
En su cuento “La venganza”, el escritor muestra otra faceta que hay que poner en la cúspide cotidiana de nuestra vida: la ternura; siempre vigente y arriba de nuestras pretendidas broncas, los malestares que a veces las personas convertimos en situaciones serias aunque se trate de insignificantes acontecimientos. De una venganza a un gesto de ternura hay un camino que recorrer y lo recorren las personas de buenos sentimientos, de conocimientos con virtud, como diría el poeta Castillo.
Cuando escribe “En camisa de once varas”, el narrador se sumerge en un mundo que confiesa quedarle grande: el de la filosofía. Habla de la felicidad , la define, duda, la convierte, la analiza y se reitera inseguro de sus definiciones. Eso es un acto de grandeza; decirlo y escribirlo de puño y letra manifestando una modestia absolutamente creíble y una sinceridad claramente despierta.
En “Minimemorias” recuerda a su pueblo, a nuestro pueblo. Lo hace añorando su infancia, su casa natal, sus partidos de futbol. Un viaje que lo retorna a su pueblo, ya de grande, también le rememora su infancia. Es la nostalgia cruda, pero acompañada de un relato minucioso que nos incorpora a una geografía de nuestra terruño, a un modo de vida, al quehacer cultural de una comunidad, tan cambiante como el llamado progreso. Inclusive nos recuerda una época donde pasaban los trenes. Fíjense si hemos progresado o hemos retrocedido. En “El causante” relaciona un episodio que marcó al narrador y lo trasladó a historias interesantes a partir de un disparador como fue un simple animal, un gato. Otra vez el tren, y muchos personajes participando de un relato ameno que transita por la fábula y la historia reiterada de la vida en la pensión, la lucha en el trabajo diario, la pelea por ganarse la vida, la presencia inevitable de personajes siniestros y capaces de cualquier cosa por sostener un presunto status; en definitiva, una repetida historia de aciertos y contratiempos presentes en todo momento en la vida de cada uno de nosotros.
Con el cuento “Don Fausto” Tomás Sullivan rescata en su tinta a un personaje de tantos, esos seres anónimos que no piden nada a nadie, y se crean una felicidad a toda costa, privados de bienes materiales, pero sujetos a un estado de situación que les tocó en suerte o desgracia, pero del que se aferran con fuerza para intentar ser felices. Con “El Diagnóstico”, la narración navega entre situaciones tragicómicas inmersas en un mundo de locuras también intemporales. Con “Un alto en el camino”, el escritor describe una etapa rural, desafiante, donde un caballo, tanto como un hombre, pulsa su tiempo de victorias y derrotas y se juegan valores intangibles dignísimos de rescatar.
Dejé para el final “Orgullo”, el cuento, a mi modesto entender, mejor logrado por Tomás Sullivan. Y si me permiten, quisiera leerlo. (lectura)
Tanta ternura hay en este cuento que lo quise dejar para el final. A veces las personas andamos persiguiendo consumo, cuando en realidad deberíamos buscar en nuestro interior y en el de los demás, esa sencillez de las cosas profundas, las que nos vienen del corazón, de ese corazón que Tomás Sullivan nos dejó para siempre en este Alto en el camino.
Muchas gracias
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